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jueves, marzo 23, 2006

Aldea Tejada

La ocupación humana de este territorio se remonta al segundo milenio a. C. Se trataba de una sociedad básicamente agropecuaria, de escasas relaciones con los minerales (Piñón, F, 1986). Pero los principales yacimientos arqueológicos se corresponden con Tejada La Vieja y Tejada La Nueva, situadas al Norte del actual núcleo de Escacena, y datada la primera en el siglo IX a. C. (Márquez, M., 1993, 5). Los orígenes de Escacena están muy ligados a los asentamientos de Tejada, Por tanto, es necesario hacer un breve repaso por los orígenes y devenir histórico de tales poblados, ocupados desde tiempos protohistóricos hasta la Baja Edad Media. El poblado de Tejada La Vieja se convirtió en un centro comercial y metalúrgico de cultura tartéssica. Se atestigua en él la presencia de murallas, útiles, viviendas y un cuidado viario. Dominaba el acceso de un área minera y metalúrgica, centrada en la obtención, manipulación y comercialización de la plata, el cobre y el plomo de la Sierra de Tejada y, minas de Aznalcóllar y la Cuenca Minera de Riotinto (Blanco A., y Rothemberg, B., 1982). Desde Tejada La Vieja se procedía al transporte del mineral para el embarque en el río Guadiamar, por entonces navegable, o directamente hacia la costa, donde se han encontrado restos de un poblado de similar cultura y datación: San Bartolomé de Almonte.

En la colección «Huelva y el Arte» se dice de este viejo yacimiento: «...abarca una superficie de casi 12 hectáreas y está rodeado por una muralla con bastiones, las paredes de ésta son de talud, con una altura aproximada de tres metros, ofreciendo una forma trapezoidal. Su técnica constructiva es de factura oriental. Se realizó levantando dos paredes de mampuestos, y se rellenó el espacio entre ellas con piedras y tierra.» Su fama alcanzará a los fenicios, deseosos de buscar productos minerales y comerciar con los pobladores del lugar. Estos confluirán culturalmente con los pobladores nativos y, con su presencia, Tejada La Vieja alcanzará su máximo esplendor entre los siglos VII y V a. C.

Desde entonces se produce un declive de este comercio minero-metalúrgico por la falta de demanda de plata por parte de los pueblos orientales, especializándose las generaciones siguientes en actividades agropecuarias. Por esta causa cobra mayor importancia otro núcleo muy próximo del primero: Tejada La Nueva. A pesar de que durante un período fueron coetáneas, el esplendor de este núcleo determinará el declive progresivo de Tejada La Vieja, cuyos pobladores la abandonarán lenta y pacíficamente, consumándose su desaparición a mediados del siglo IV a. C. (Fernández Jurado, J., 1990). Se emplaza este nuevo poblamiento en una zona topográfica más llana, inmersa en la feraz Campiña, localizada en lo que hoy se conoce como Aldea y Huerta de Tejada. Durante el dominio de Roma, a partir del siglo II a. C., la ciudad de Tejada la Nueva o Ituci, como por entonces se conocía y se nombraba en los textos, era una de las más importantes del Bajo Guadalquivir, como manifiesta la acuñación de monedas que, curiosamente, mostraban caracteres latinos y púnicos. Ello indica una antigüedad y unas relaciones intensas anteriores con los pueblos cartagineses. Antonio Delgado, en su obra Medallas autónomas españolas (1873), nos habla de tres monedas diferentes que se acuñaban.

Este territorio sufre una intensa romanización y se observan intensas relaciones comerciales con la ciudad de Itálica en las márgenes de aquel río. También se han hallado restos de un antiguo acueducto que conducía las aguas desde las inmediaciones de Ituci hasta Itálica. Además de Tejada, hay constancias arqueológicas, de esta época, de un poblamiento de «villas» rústicas o pequeños caseríos, en los parajes ahora conocidos como Fuente Seca, El Pelandrero, Cerro de las Laderas, Prado Luna y también en el fuerte de El Castrejón. Precisamente, frente a otras teorías que hacen hincapié en un origen árabe, Gordon, M. y Ruhstaller, S. (1992) mantienen, siguiendo la tesis de R. Menéndez Pidal, que la forma primitiva del nombre de Escacena vendría de «villa»» Scatius, de procedencia romana, y que sería una forma toponomástica o sufijo para designar el nombre de una «villa» o caserío rural romano. El topónimo «Campo» se añadió después al de Escacena por encontrarse enclavada en el Campo de Tejada.

Después de un período de decadencia con las invasiones bárbaras, este núcleo consigue un cierto esplendor con los musulmanes, sobre todo si se tiene en cuenta la decadencia de la vecina Itálica. Silverio Escobar dirá de Tejada: «En tiempos de los árabes fue ciudad importante, llamándola Thaliatha, y en olla había régulos independientes cuando la Reconquista, siendo entonces metrópoli de extenso territorio, conocido ahora bajo el nombre de Campo y Sierra de Tejada. El despoblado conserva aún sus torres y muros árabes, y a poca distancia, en la vertiente de la Sierra, hay ruinas de esta población antigua que llaman Tejada La Vieja (Tucci)» (Escobar y Salazar, 19 10, 94-95).

Como vemos, la larga impronta del hombre a través de Tartessos, fenicios, romanos y árabes hacen de ambas Tejadas importantísimos yacimientos arqueológicos, que atraen las miradas de curiosos y, sobre todo, de investigadores de la Historia y la Arqueología. Hasta el momento, los trabajos arqueológicos se han centrado más en Tejada La Vieja y menos en La Nueva. De la primera, Jesús Fernández Jurado (1990) nos dirá que «escribir sobre esta ciudad protohistórica es hacerlo sobre uno de los más importantes yacimientos arqueológicos de la llamada época protohistórica». El progreso y devenir de Escacena del Campo se produce de forma lenta pero imparable, desde la Edad Media, a medida que se asiste a un despoblamiento de Tejada La Nueva por parte de los musulmanes, quizás por los efectos en la pésima salubridad que origina un emplazamiento en zona muy baja, frecuentemente inundada. En las proximidades existían mejores localizaciones para el emplazamiento, en los cerros o alcores, desde donde se dominaba la campiña y la ventilación era mayor. Por ello se inicia, ya durante el dominio musulmán, un traslado masivo de su población creando o desarrollando nuevos núcleos.

La crisis demográfica de Tejada se agravará con la conquista cristiana. Será Escacena, junto a Paterna o Chucena, una de las princípiales herederas de Tejada, que aprovechará, además de buena parte de su población, sus mismas piedras para la construcción de edificios. Al principio no seña más que un conjunto de casas de labriegos, pero lentamente tomará verdadero empaque como pueblo. La conquista de la Tejada árabe y su Campo se produce en 1253 bajo el reinado del rey castellano Alfonso X, entrando a formar parte como tierra de realengo de la ciudad de Sevilla. Pacificada la zona, en el Libro del Repartimiento de Sevilla y su tierra se habla de la existencia en Tejada de «73 pares de casas, aranzadas de tierra, pan, viña y huerta». Pero también se nombra ya, e incluso con mayor riqueza económica, a un naciente «lugar» de Escacena «con 10.000 pies de olivo y 900 aranzadas de tierra» (Escobar y Salazar, S., 1910, p. 99).

Unos siglos después, consumada la total desaparición de Tejada, el censo o ltinerario de Hernando Colón, de 1541, refleja una población para Escacena de 350 «vecinos que serán unos 500 en 1575, lo que viene a significar una población real de casi 2.500 habitantes.

En el siglo XVI Escacena contaba con una iglesia parroquial, dos conventos de las Ordenes carmelita y franciscana y cuatro capillas: la de la Trinidad, Soledad, del Cristo de la Veracruz y la Misericordia. La existencia de edificios religiosos y su notable población muestran los perfiles de un pueblo ya importante entre los de su comarca. En 1575, Felipe II trató de vender la villa de Escacena a Francisco de Guzmán, marqués de Algaba. Pero será la ciudad de Sevilla quien finalmente costee el pago, evitando que saliera fuera de su jurisdicción. Desde entonces, le fue concedida el privilegio de Villa Real.

En 1833, con la formación de la provincia de Huelva, Escacena del Campo pasa a depender de ésta y del partido judicial de La Palma del Condado, en detrimento de la provincia de Sevilla, con la cual de siempre había tenido más intensas relaciones económicas e históricas. En 1860 se producen nuevas modificaciones en los límites municipales, beneficiándose Escacena, que incorpora tierras de Andévalo a costa de su vecina Berrocal.

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